Si desafortunadamente eres una de las millones de personas que están genéticamente predispuestas a la obesidad, realizar más ejercicio podría ayudar a combatir lo que la naturaleza te ha dado.
Esta variación genética ha sido demostrado que aumenta el riesgo de obesidad en un 20 por ciento o más, dependiendo de cuántas copias de la variación herede una persona. Y es muy común: casi tres cuartos de las personas tienen al menos una copia.
El
ejercicio puede que no sea capaz de neutralizar esta predisposición por
completo, pero los hallazgos del estudio muestran que los genes no determinan
el destino en lo que refiere a la obesidad.
Incluso
las personas que están genéticamente predispuestas a la obesidad pueden, al
menos en parte, reducir esta susceptibilidad genética viviendo una vida
físicamente activa.
Con
demasiada frecuencia, las personas pueden pensar que no tienen control sobre su
propio riesgo de obesidad. A pesar de que pueda resultar difícil perder peso o
mantener un peso saludable es, aún así, posible.
Y
no es necesario convertirse en un maratonista para contrarrestar la susceptibilidad
genética. Con caminar, andar en bicicleta, subir escaleras o emprender alguna
otra actividad de intensidad baja por al menos 30 minutos por día 5 días a la
semana, es suficiente para disminuir el riesgo de obesidad.
Obviamente
la predisposición genética es importante, pero lo que se hace con la
disposición también lo es.