29 ago 2012

Creálo, de la infidelidad virtual no se salva nadie



La infidelidad es más vieja que el hombre mismo, pues mucho antes de nuestra aparición por estos lados del universo ya el omnipotente Zeus era más infiel que Tiger Woods en una fiesta de strippers.

Y la verdad es que de esta ‘maldición’ o ‘bendición’, dependiendo de qué lado de la infidelidad esté uno no se salva casi nadie, ni las mujeres más poderosas, famosas o hermosas ej.: Hillary Clinton, Victoria Beckham, Jennifer Aniston, etc., ni el vampiro más repapacito, ej.: Robert Pattison, protagonista de la saga Crepúsculo, a quien sus poderes no le sirvieron de nada para evitar que su novia, Kristen Stewart, le pusiera los cachos. 

Las épocas han cambiado y, con ellas, los cachos. Con el avance de la tecnología y el invento de las redes sociales, ahora los infieles tienen algo más de qué preocuparse. No digo que antes los infieles no se preocuparan, lo que pasa es que anteriormente era más difícil ser pillado en ese acto ‘repudiable’ o ‘adorable’, dependiendo de qué lado de la infidelidad esté uno.

Mientras en la Edad Antigua, por ejemplo, alguien le decía a su pareja: “Mi amor, ya vengo, voy a dar una vuelta”, esa ‘vuelta’ resultaba ser en realidad una travesía de meses o años, por tierra y barco, en donde ninguno sabía del otro hasta su regreso.

Ulises, recordemos, se demoró 20 años haciendo una vuelta, durante la cual le fue infiel a Penélope con cuanta criatura femenina –literalmente hablando– se topó en el camino. Hoy en día, por ejemplo, nadie puede desaparecerse ‘ni un segundo’ –literalmente hablando– porque, gracias a los celulares avispados, o inteligentes, que vienen con cámara digital integrada de cinco megas, sistema de rastreo satelital, mapas GPS, acelerómetros, funciones multitarea y multimedia, plan de datos, acceso Wi-Fi o 3G, programas de navegación, chat y hasta percepción extrasensorial, tu pareja no solo va a saber dónde te encuentras segundo a segundo, sino que sabrá también con quién estás hablando y hasta el color de los ojos de esa persona.