Al síndico de esta ciudad, el cual se había mantenido intocable de ese puesto por doce años, se le están acabando sus días de felicidad. La gozadera, las bullas y las algarabías que muchos sabían escenificar, ya no se suelen apreciar.
La teta que amamantaba a muchos se secó, producto de los usos indebidos que a esta se le daba. Ahora al síndico entrante le toca reponer todos los males y tratar de mantener a un pueblo desamparado y con innumerables quebrantos.