En el escenario más emblemático de la ciudad para el ejercicio de la prostitución, entre la oferta de cuerpos y la demanda de placer, transcurre la vida de doña Miguelina.Un par de divisiones en las que se fracciona el monumento a los Héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo, conocido popularmente como “La Bolita del Mundo”, le sirven de albergue, justo en el lugar utilizado para celebrar la Feria de la Paz y la Confraternidad del Mundo Libre para exaltar al tirano en 1955.
Es casi la hora de la comida y Miguelina limpia cuidadosamente unos puñados de arroz en un recipiente plástico, mientras en el pequeño cuarto que habilitó con unos cuantos cartones para cocinar, el agua hierve en un caldero tiznado. El menú del día es arroz con habichuelas rojas. No hay dinero para la “acompaña”.
Dice que el “arrocito” se lo regaló un policía que vigila en la zona a cambio de lavar unos carros de los que se colocan en las inmediaciones de las oficinas públicas del Centro de los Héroes.
Después de vivir cerca de dos años en los márgenes del malecón, Miguelina decidió cruzar la avenida George Washington y mudarse a la “bolita” para compartir el espacio junto a decenas de mujeres que ejercen el oficio más viejo del mundo.