Cayó
al suelo desesperada por el dolor. Gritó pidiendo ayuda durante varios minutos
mientras daba vueltas, se retorcía y lloraba inconsolablemente. No sabía qué le
había echado aquel hombre sobre su rostro ni por qué, solo presentía que le
cambiaría la vida para siempre.
Hoy, Esther es una víctima más de violencia que
espera justicia en una sociedad machista y negligente. Ver + fotos →