Debido al alto porcentaje de delincuencia que cada día aumenta de manera asombrosa, los colmaderos siguen transformando sus negocios en cárceles por temor a que los malhechores sigan robándole el sustento de sus familias.
La foto la tomé en el Jobo de Gurabo (Santiago) donde pudimos apreciar que varios establecimientos mantienen sus negocios protegidos con barrotes por doquier.




