“Este fotógrafo vino a hacer unas fotos. Nos las va a hacer de espalda. Tienen que respetarlo, porque vino a hacer fotos para denunciar lo que le hicieron a Gary. ¿Estamos? Bien. Ahora vamos a destapar la caja para que él vea cómo tiene el cuello, la nariz rota y el hoyo que la bala le dejó en el pecho”, vocifera en el cementerio Claren Mota, hermano del joven muerto. La gente la mira. Decenas de motoristas son la avanzada del entierro de Gary Javier. Vienen jóvenes sobre las capotas de los buses atiborrados camino al cementerio Cristo Salvador. Los dolientes, sí se cuentan, superan el centenar. Hay música para sepultarlo. También hay policías. Continuar Leyendo →